-¿Qué llevas puesto?
Un susurro que se transforma en gemido.
Su mano izquierda explora con lenta timidez dentro de mi pantalón, atrapando con su dedo índice y pulgar la mínima liga de mi hilo.
Muerde y humedece mi labio inferior impidiendo cualquier respuesta.
Repite la pregunta apretando sus labios contra los míos.
-Llevo un pica queso.
Abre completamente los ojos.
-¿Qué?
Me echo a reír.
-Es que el hilo es tan fino que se parece a lo que usan los queseros en Upata, que en vez de usar cuchillos, pican el queso con...
-Ya se Mawa, pero...¡Olvídalo!
Da una vuelta y se sienta encima de mí.
De un rápido movimiento, se quita la liga que ata su cabello y este cae como una cascada erótica sobre su piel desnuda. A contraluz, su silueta es tan sutil como un poema de Neruda,
Comba del vientre, escondida/ y abierta como una fruta/ o una herida/ Dulce rodilla desnuda/ apretada en mis rodillas/ dulce rodilla desnuda/ Enredadera de pelo/ entre la oferta redonda/ de los senos / Huella que dura en el lecho/ huella dormida en el alma/ palabras locas.
Sin luz, mis manos deseosas buscan en la curvatura de su cadera ese lunar triangular que tanto he querido besar.
Ella aparta la búsqueda con un manotazo.
Mete sus dos manos ardientes por debajo de mi camisa.
Río otra vez.
-¿Qué pasa?
-Me haces cosquillas.
-Ok, ya sé que no te puedo tocar.
-Sí, por favor tócame, solo que no por los costados.
Coloca mis dos brazos por encima de mi cabeza.
Me siento frágil, partida, inocente, llena de un terror inmenso que me grita una y otra vez que me estoy enamorando mientras ella pega su pecho desnudo a mi cuerpo, mientras su boca busca mi cuello para dejar plantada una mina de pequeños besos para luego desactivarla con grandes lamidas.
Mi espalda se encorva, mi mente se pierde, ella muerde sin fuerza mi mentón, se acerca a mi oído, deja caer un par de palabras sin sentido y empieza a moverse con exquisita experiencia.
Delirio.
Escucho un ruido, o creo escuchar algo.
-¿Tu novio a que hora llega?
Ella se paraliza, siento como su cuerpo se eriza como una gata a punto de saltar con las garras preparadas.
Mira con furia.
-¿QUÉ COÑO TE PASA MAWA?
-Nada, es que...
-Desde que empezamos andas con una mierda que no entiendo, que si pica queso, que si te dan cosquillas, ¡y ahora me recuerdas a mi novio? ¿No quieres hacerlo?
-¡Claro que quiero!
-No parece...
-Es que escuché un ruido abajo y pensé que él había llegado.
-¿Y crees que este es el mejor momento para recordar a mi novio?
No.
No es el mejor momento para recordar a su novio, no es el mejor momento para un ataque de celos, no es la mejor hora para decir que estoy perdidamente enamorada de ella, o que en este preciso minuto tengo un arranque de pudor femenino y no quiero que esto se convierta solo en un polvo de mediodía, aprovechando la hora de almuerzo del trabajo.
Me siento como su experimento para cubrir esas aburridas horas, para darle un respiro a su monótona relación heterosexual y lucho con todas mis armas para que me importe poco la situación y aprovechar este revolcón, este tire, este como sea que se llame menos hacer el amor y comportarme como un hombre.
Pero no puedo.
Con ella no puedo.
Su malvada insistencia, su constante búsqueda sin temor, su expresiva sonrisa, sus chistes tontos, sus ojos tan llenos de miel, su amor por Neruda, su terrible gusto musical, nuestras diferencias, nuestras ridículas coincidencias, su estúpido lunar que una vez observé sin querer, su eterna voz de madrugada.
Con ella no puedo.
Pero un día, cuando ya estaba atrapada en esta telaraña quise saber lo que pensaba de un hipotético futuro juntas.
Aproveché su borrachera.
-¿Tú estarías con una mujer?
Sacó la lengua traviesa.
-¿Qué crees?
-Lo que quiero decir es que si estarías con una mujer con todo incluido, construir una vida con una mujer con un perrito, con una casa, una relación estable.
Midió sus palabras, pero disparó sin piedad.
-¡No! No puedo hacerle eso a mis padres. No me veo haciendo una vida con una mujer.
Quise llorar, chillar, escapar pero estaba enredada en una telaraña.
Hasta que llegamos a este mediodía y ella me mira con furia.
-¿Y crees que este es el mejor momento para recordar a mi novio?
-No, no es el mejor momento.
-Entonces ¿qué te pasa? ¿qué escuchaste?
-Nada, solo son...delirios.
Un susurro que se transforma en gemido.
Su mano izquierda explora con lenta timidez dentro de mi pantalón, atrapando con su dedo índice y pulgar la mínima liga de mi hilo.
Muerde y humedece mi labio inferior impidiendo cualquier respuesta.
Repite la pregunta apretando sus labios contra los míos.
-Llevo un pica queso.
Abre completamente los ojos.
-¿Qué?
Me echo a reír.
-Es que el hilo es tan fino que se parece a lo que usan los queseros en Upata, que en vez de usar cuchillos, pican el queso con...
-Ya se Mawa, pero...¡Olvídalo!
Da una vuelta y se sienta encima de mí.
De un rápido movimiento, se quita la liga que ata su cabello y este cae como una cascada erótica sobre su piel desnuda. A contraluz, su silueta es tan sutil como un poema de Neruda,
Comba del vientre, escondida/ y abierta como una fruta/ o una herida/ Dulce rodilla desnuda/ apretada en mis rodillas/ dulce rodilla desnuda/ Enredadera de pelo/ entre la oferta redonda/ de los senos / Huella que dura en el lecho/ huella dormida en el alma/ palabras locas.
Sin luz, mis manos deseosas buscan en la curvatura de su cadera ese lunar triangular que tanto he querido besar.
Ella aparta la búsqueda con un manotazo.
Mete sus dos manos ardientes por debajo de mi camisa.
Río otra vez.
-¿Qué pasa?
-Me haces cosquillas.
-Ok, ya sé que no te puedo tocar.
-Sí, por favor tócame, solo que no por los costados.
Coloca mis dos brazos por encima de mi cabeza.
Me siento frágil, partida, inocente, llena de un terror inmenso que me grita una y otra vez que me estoy enamorando mientras ella pega su pecho desnudo a mi cuerpo, mientras su boca busca mi cuello para dejar plantada una mina de pequeños besos para luego desactivarla con grandes lamidas.
Mi espalda se encorva, mi mente se pierde, ella muerde sin fuerza mi mentón, se acerca a mi oído, deja caer un par de palabras sin sentido y empieza a moverse con exquisita experiencia.
Delirio.
Escucho un ruido, o creo escuchar algo.
-¿Tu novio a que hora llega?
Ella se paraliza, siento como su cuerpo se eriza como una gata a punto de saltar con las garras preparadas.
Mira con furia.
-¿QUÉ COÑO TE PASA MAWA?
-Nada, es que...
-Desde que empezamos andas con una mierda que no entiendo, que si pica queso, que si te dan cosquillas, ¡y ahora me recuerdas a mi novio? ¿No quieres hacerlo?
-¡Claro que quiero!
-No parece...
-Es que escuché un ruido abajo y pensé que él había llegado.
-¿Y crees que este es el mejor momento para recordar a mi novio?
No.
No es el mejor momento para recordar a su novio, no es el mejor momento para un ataque de celos, no es la mejor hora para decir que estoy perdidamente enamorada de ella, o que en este preciso minuto tengo un arranque de pudor femenino y no quiero que esto se convierta solo en un polvo de mediodía, aprovechando la hora de almuerzo del trabajo.
Me siento como su experimento para cubrir esas aburridas horas, para darle un respiro a su monótona relación heterosexual y lucho con todas mis armas para que me importe poco la situación y aprovechar este revolcón, este tire, este como sea que se llame menos hacer el amor y comportarme como un hombre.
Pero no puedo.
Con ella no puedo.
Su malvada insistencia, su constante búsqueda sin temor, su expresiva sonrisa, sus chistes tontos, sus ojos tan llenos de miel, su amor por Neruda, su terrible gusto musical, nuestras diferencias, nuestras ridículas coincidencias, su estúpido lunar que una vez observé sin querer, su eterna voz de madrugada.
Con ella no puedo.
Pero un día, cuando ya estaba atrapada en esta telaraña quise saber lo que pensaba de un hipotético futuro juntas.
Aproveché su borrachera.
-¿Tú estarías con una mujer?
Sacó la lengua traviesa.
-¿Qué crees?
-Lo que quiero decir es que si estarías con una mujer con todo incluido, construir una vida con una mujer con un perrito, con una casa, una relación estable.
Midió sus palabras, pero disparó sin piedad.
-¡No! No puedo hacerle eso a mis padres. No me veo haciendo una vida con una mujer.
Quise llorar, chillar, escapar pero estaba enredada en una telaraña.
Hasta que llegamos a este mediodía y ella me mira con furia.
-¿Y crees que este es el mejor momento para recordar a mi novio?
-No, no es el mejor momento.
-Entonces ¿qué te pasa? ¿qué escuchaste?
-Nada, solo son...delirios.
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