Ir al contenido principal

Mi cruz y mi calvario

Era inaceptable publicar la frase completa que retumbó en mis oidos como una ametralladora.
Si desean lo podemos llamar autocensura pero cuando mi amigo me la dijo, así como es él, descarado, con su amaneramiento incriminatorio, sin una pizca de brutal ironía y sin pensar en las posibles consecuencias que podría empañar nuestra díscola amistad, mi mente envió un mensaje directo a la punta de mi lengua pero la amarré con un mordisco.
-¡Este si es coño e madre!
Ese día no pude dormir por estar acorralando en mi mente esa frase punzante que pinchaba una y otra vez, pero cometí un error de principiante rencor porque no analizaba el trasfondo de sus palabras, al contrario, carcomía las horas buscando una esteril venganza plagada de epítetos que rozaran la grosería pero sin mancillar.
Quitarme los guantes y con elegancia pegar dos cachetadas estilo renacentista. ¡No me iba a rebajar a su vulgar léxico! Con ese pusilánime, tiromato, ese estólido, ese insulso, ese copófrago...¡Coño ese marico!
Me detuve un instante al sentir la intensidad del último insulto, no era necesario caer en este ingrato canibalismo homofóbico.
A las 3:00 de la mañana me levanté a montar un café y fumar un cigarro, porque no hay mejor manera de espantar los malos pensamientos que sumergirse en los habituales vicios.
¿Por qué seguía a esa hora alimentado la desazón que produjo su sentencia? En lo más profundo sabía el por qué, aunque entretenía la verdad buscando el qué, quién, el cómo, cuándo y el dónde.
Si lo que mi amigo me dio a entender tenía relación con mi oficio de periodista, lo menos que debía hacer era autopreguntarme esa simple fórmula que compone una noticia, pero el ser humano es completamente inutil y poco objetivo cuando le toca hablar de sí mismo.
¿Qué dijo mi amigo? Me lanzó una primicia personal, le dio un tubazo a mi propia vida que me estalló en la cara sin necesidad de confirmar alguna fuente, "Mawa, lo que pasa es que cualquiera que sepa conectar bien un sujeto, un verbo y un predicado, tú inmediatamente le abres las piernas".
Después de muchas horas de insomnio, de inventarme cualquier cantidad de dolorosa verborrea linguística, de sentirme mínima y poca cosa, llegué a una conclusión en medio de un estallido de risa madrugadora.
-¡Este coño e madre cómo me conoce!
Él, es uno de mis amigos que todavía me recuerda con inmeso y obstinado placer, aquella vez cuando salí con una periodista especialista en crónicas policiales con exquisita ortografía y un diplomado en metáforas.
Ese cuento empezó con un amor a primera vista a las páginas de un periódico rival y terminó de la peor manera posible: de tanto escribir sobre muertos, asesinatos y ahogados, me convertí de un plumazo en la víctima perfecta de su escena del crimen.
Han pasado más de seis años de ese atroz suceso y mis amigos siguen sacando en cada una de las reuniones los mismos chistes sobre ese hecho, con las repetitivas dos preguntas.
-Mawa, pero ¿qué te pasó? ¿En qué pensabas?
-¡Ay no sé, escribía bien!
Ese ay no sé escribía bien ha sido mi cruz y mi calvario.
Yo he tenido la suerte de conocer a ingenieras quienes matemáticamente poco llegan a equivocarse, a diseñadoras gráficas proyectadas a un gran futuro, a administradoras con más saldos a favor que en contra, a vendedoras con buena labia y a otras sin oficio conocido.
Pero, no puedo parar la rotativa ni me quito el periódico de la cabeza como me dijo mi amigo y siempre encuentro sin buscar, aquel tono seductor que pide libertad de expresión, aquella pose imparcial, esa verdad sin derecho a réplica, que me llama, me pide y me implora conocer si de verdad en el amor no tergiversa los hechos.
-¿Qué te parece?
-¿De verdad vas a escribir en tu blog esa cursilería de que...si en el amor...?
-...Si en verdad en el amor no tergivesa los hechos.
-Darling, ¡Darling! ¡No tienes remedio!
-Te estoy dando la razón ¡Ah! Y también hablo de ti.
-¿Mal?
-¡Eh!...No, no en general.
-¿Qué dijiste de mí? ¡Dime! Me encanta cuando hablas de mí en tu blog.
-Bueno, si quieres la verdad escribo que eres un pusilánime.
-¿Ah?
-Busca un diccionario...
-¡Ay si! ¡La intelectual!
-Es una broma, no lo digo en serio.
-Yo seré un pusieso mi amor, pero tú saliste con aquella...¡Uy no! ¡Con aquella!
-¿Vas a seguir con eso?
-¿Qué te pasoooo?
-Sabía escribir.







Comentarios

Entradas populares de este blog

Anatomía de un guayabo (y II)

-No quiero que me malinterpretes. Te pregunté en esa oportunidad si a pesar de conocer todos los ciclos por los que tienes que pasar, desde el momento en que sabes que te enamoraste, hasta el día en que te das cuenta que todo termina, y entras en ese maluco guayabo querías, aún así, a pesar de todo el lío...¿enamorarte? Lo digo porque sin duda, no puedo negarlo, ¡Vale la pena! Sí, sí, no creas que estoy loca. Chama, lo mejor del final, no es que quiera insistir en este sentimiento pesimista, pero lo mejor del final es terminar bien con tu ex. No, creas, pasa mucho y no es malo. O en un caso hipotético al menos no quedar con un sentimiento de odio porque si se da ese caso, quedar herida de rencores, tú serías la perdedora ¿Y no queremos perder verdad? En mi caso, mi última ex me montó tantos los cuernos, que ese debe ser el motivo por el que ahora se me cae más el cabello...¡No te rías! ¡Es verdad! Aquello fue una carnicería del engaño, lo mínimo que ella se merecía de mi parte era que

El momento de la despedida o hasta aquí llega esta echadera de cuentos

Yo pensé que esto iba a ser muy fácil. Acaricié muchas veces la idea de llegar a este momento porque estaba loca por cerrar este ciclo que comenzó hace mucho tiempo. Prometí despedirme en la entrada 200 pero los tiempos se fueron alargando y me tocó, como muchos otros, salir de mi país. Al llegar a Lima dejé de lado el blog porque no tenía la paciencia, las ganas y la fuerza de voluntad para seguir empujando las historias. Emigrar me sumió en una especie de depresión pasiva (si esto de verdad existe) y me quitó por mucho tiempo las ganas de escribir, pero esos cuentos son para otro momento. Comencé a escribir por acá, si no me equivoco, en el año 2013.   Lo abrí tiempo después de llegar a Puerto Ordaz luego de vivir 13 años en Maracay, donde me fui a estudiar comunicación social. Llegué a Puerto Ordaz con el corazón roto porque había dejado al amor de mi vida en esa ciudad, con la promesa de regresar juntas muy pronto. Nunca ocurrió. El blog nació como una forma de sacar toda esta frus

El fin del caos (y III)

 -No creo que te sirva este pantalón. Me dijo David sosteniendo en la mano un jean de su hermana, dos tallas menor a la mía. -¿No habrá algo más? Tardó un rato más en buscar y esta vez llegó con una larga falda amarilla llena de pliegos, lazos y lentejuelas de colores, una prenda que jamás en mi vida sobria y sensata hubiera utilizado.  No hace falta acotar que este no era el momento más sensato de mi vida. Una vez más. -Pero me la tienes que regresar rápido, es la falda favorita de mi mamá. La tierna advertencia de David junto a su disposición de ayuda, me hizo callar cualquier queja inútil en una situación donde no tenía muchas salidas. Tampoco quería seguir hablando de la noche anterior, pero David me empujaba. -¿Qué le pasó a tu pantalón? ¿Le hiciste el sexo oral a esta chama? Sin él saberlo, las dos respuestas a sus preguntas tenían una relación directa.  Le conté como en sueños me dejé llevar hasta el sofá.  Observé como mi amiga abría las piernas ante mí con sus manos guiando mi