Lo que hace es triturar la cebolla, porque no hay otra palabra, triturar. Con ese cuchillo afilado da golpes de odio a la tabla de cocina, mientras prepara el almuerzo para mañana. Y aquí estoy yo, escuchando como una buena amiga los problemas con su ex, los eternos ex. No, no, mejor dicho, los fastidiosos, repetitivos cuentos de los ex. Ya me ha comparado con él, porque es un él, y como las comparaciones son odiosas, en este caso salgo perdiendo. Porque ella odia a su ex con tanta fuerza como machaca ahora un diente de ajo y yo me parezco a su ex en lo peor. Fumo, bebo, le dije que no me molestaba el kareoke y me encantan las fiestas. Todas las razones por la que su relación pasada no prosperó. Sí, las comparaciones son odiosas y esta en particular, me produce de todo. Bebo cerveza y escucho con calma, mientras ella saca su bebida y la toma de un trago con arrechera. Estoy en la línea de fuego, callada porque siento que si digo algo, el problema me va a salpicar directamente