-¿Quieres que hablemos aquí Mawa? ¿O en otro sitio?
Las dos preguntas sonaban amenazantes.
Era como si me diera a elegir el lugar de mi asesinato: o esta plaza cerca de mi casa, o algún otro paradero donde nadie pudiera escuchar mis gritos de autodefensa.
Porque me iba a defender.
Creo.
-Da igual David.
Él agarra una inmensa cantidad de aire, y llena sus pulmones con una determinación cargada de palabras hirientes producto de heridas mal curadas.
Y lo suelta.
-¡Eres una puta egoísta!
El inicio de este combate le anota dos golpes en uno.
Por unos segundos recordé un hecho muy extraño, una comparación tragicómica.
David y yo pasábamos mucho tiempo jugando Mortal Kombat en mi casa. Su personaje eterno era Liu Kang y el mío Kitana. Podíamos durar hasta la madrugada intentando matarnos uno al otro en ese juego de Nintendo, hasta que se acababa la diversión porque David siempre me ganaba.
Pero hoy, esto no es un juego, no podía apagar la consola.
-¡Una egoísta de mierda! Solo eres tú y tú y tú, sin pensar nunca en los demás. ¡No te importan amigos, ni novias! ¡Solo tu patética necesidad de atención!
Él se me acerca amenazante, me señala, me mira de arriba a abajo con desprecio a pocos centímetros de mi cara.
Trato de calmarme pero siento como la sangre me sube a la cabeza, las orejas me quieren explotar de lo caliente que están, pero no hago nada, solo me quedo de brazos cruzados.
Algunos vecinos se asoman por las ventanas.
Grita mientras golpea la puerta de su carro. Jamás lo había visto en ese estado.
-¡No puedo creer que tuve que soportar tu malcriadez, tus cambios de ánimo, tus rabietas y tus interminables ganas de hacerle daño a todo el mundo! ¿O no te acuerdas de aquella pelea con tu novia de turno?
La pelea con la novia de turno: estábamos en una de esas típicas reuniones de fines de semana. Yo fui con ella, la novia de turno, para darnos una oportunidad después que descubrí en su celular, unos mensajes y fotos calientes mandados a su ex.
La perdoné de la boca para afuera, pero en mi interior juré venganza. Solo que lo hice delante de todos mis amigos.
Jugábamos poker y ella estaba frente a mí pendiente de mi próximo movimiento. Le pago la apuesta y ella me muestra un par de ases. Empieza a gritar y reír como una niña traviesa.
-¡Te engañé! ¡Te engañé!
Agarro las fichas y se las tiro en la cara.
-¡Por supuesto que me engañaste!
Mi novia de turno se queda congelada con la risa cortada a la mitad, David aprovecha para apartarme hasta la cocina.
Ni él, ni ninguno de mis amigos sabían acerca de la infidelidad porque simplemente me daba pena admitir estar con ella después de lo hizo.
No busco justificar una acción, pero desde ese momento para mi amigo se terminó de abrir una brecha.
Hoy, me lo escupe en la cara
-¡Una loca que trata mal a las mujeres! ¡No entiendo qué te ven! ¡Si lo que eres es una puta egoísta!
Toma aire, se queda en silencio.
Gana el primer round sin haber recibido un solo rasguño y espero un rato sin decir nada. Yo recostada en su carro, él de espaldas a mí, pero ya no puedo seguir mordiéndome la lengua.
-Eres un cobarde David.
Como en las películas, se voltea en cámara lenta sin creer lo que escuchaba.
-¿Qué?
-Eres un cobarde. Siempre has sido un cobarde. Siempre a la espera de que hiciera algo atrevido, loco o patético como dices tú, para mirar el resultado en primera fila. Te divertías con todo lo que hacía, aplaudías con ganas mis victorias pero también mis caídas. Mi situación te entretenía. Y si en el proceso podía caerte algo, una ex novia por ejemplo, mejor para ti. ¡Si yo soy una puta egoísta, tú fuiste un puto carroñero!
-¡Eres increíble!
-Apenas me di la espalda llamaste a mi novia de turno para hablar mal de mí y quedar bien tú... ¿Qué? ¿Te sorprende que sepa esa información? Luego esperaste que terminara con esta última ex para ir a consolarla.
-Trataba de darle apoyo.
-Puedo imaginarlo. Agarrar a una mujer con la guardia baja es la única forma que tienes para conseguir una.
-No me hacen daño las palabras de una supuesta ex alcohólica.
Una serie de patadas.
Así se siente.
Me acerco lo más cerca que puedo tratando de contener las lágrimas.
-¿Sabías que era alcohólica?
-Era evidente. La única que no te dabas cuenta eras tú.
-¿Y no hiciste nada para ayudarme?
-No me ibas a escuchar, porque nunca...
-¿Cómo coño llegas a suponer que no te iba a escuchar?
-Porque era imposible hablar...
-¿Era imposible hablar conmigo pero si era más fácil seguir invitándome a fiestas llenas de alcohol y drogas sabiendo mi problema?
-Yo quería pero...
-¿Qué querías? ¿No llegaste a imaginar alguna vez que el alcohol era una parte de los problemas? De mis cambios de humor, de mis putas peleas, de mi inestabilidad. ¿No te imaginaste nunca?
-No quería meterme en eso, era muy personal Mawa.
-¿Muy personal? ¿No querías meterte en eso? ¡No querías meterte en eso pero si en la cama de mis ex novias?
-No pasó así...
-¡Vete!
Trata de decir algo más pero decide dar la vuelta y entrar al carro.
Entre la rabia y el llanto, vi como las luces iban desapareciendo en medio de la noche.
Me queda una última palabra atragantada en el pecho.
En este combate, él había ganado.
Como siempre.
Las dos preguntas sonaban amenazantes.
Era como si me diera a elegir el lugar de mi asesinato: o esta plaza cerca de mi casa, o algún otro paradero donde nadie pudiera escuchar mis gritos de autodefensa.
Porque me iba a defender.
Creo.
-Da igual David.
Él agarra una inmensa cantidad de aire, y llena sus pulmones con una determinación cargada de palabras hirientes producto de heridas mal curadas.
Y lo suelta.
-¡Eres una puta egoísta!
El inicio de este combate le anota dos golpes en uno.
Por unos segundos recordé un hecho muy extraño, una comparación tragicómica.
David y yo pasábamos mucho tiempo jugando Mortal Kombat en mi casa. Su personaje eterno era Liu Kang y el mío Kitana. Podíamos durar hasta la madrugada intentando matarnos uno al otro en ese juego de Nintendo, hasta que se acababa la diversión porque David siempre me ganaba.
Pero hoy, esto no es un juego, no podía apagar la consola.
-¡Una egoísta de mierda! Solo eres tú y tú y tú, sin pensar nunca en los demás. ¡No te importan amigos, ni novias! ¡Solo tu patética necesidad de atención!
Él se me acerca amenazante, me señala, me mira de arriba a abajo con desprecio a pocos centímetros de mi cara.
Trato de calmarme pero siento como la sangre me sube a la cabeza, las orejas me quieren explotar de lo caliente que están, pero no hago nada, solo me quedo de brazos cruzados.
Algunos vecinos se asoman por las ventanas.
Grita mientras golpea la puerta de su carro. Jamás lo había visto en ese estado.
-¡No puedo creer que tuve que soportar tu malcriadez, tus cambios de ánimo, tus rabietas y tus interminables ganas de hacerle daño a todo el mundo! ¿O no te acuerdas de aquella pelea con tu novia de turno?
La pelea con la novia de turno: estábamos en una de esas típicas reuniones de fines de semana. Yo fui con ella, la novia de turno, para darnos una oportunidad después que descubrí en su celular, unos mensajes y fotos calientes mandados a su ex.
La perdoné de la boca para afuera, pero en mi interior juré venganza. Solo que lo hice delante de todos mis amigos.
Jugábamos poker y ella estaba frente a mí pendiente de mi próximo movimiento. Le pago la apuesta y ella me muestra un par de ases. Empieza a gritar y reír como una niña traviesa.
-¡Te engañé! ¡Te engañé!
Agarro las fichas y se las tiro en la cara.
-¡Por supuesto que me engañaste!
Mi novia de turno se queda congelada con la risa cortada a la mitad, David aprovecha para apartarme hasta la cocina.
Ni él, ni ninguno de mis amigos sabían acerca de la infidelidad porque simplemente me daba pena admitir estar con ella después de lo hizo.
No busco justificar una acción, pero desde ese momento para mi amigo se terminó de abrir una brecha.
Hoy, me lo escupe en la cara
-¡Una loca que trata mal a las mujeres! ¡No entiendo qué te ven! ¡Si lo que eres es una puta egoísta!
Toma aire, se queda en silencio.
Gana el primer round sin haber recibido un solo rasguño y espero un rato sin decir nada. Yo recostada en su carro, él de espaldas a mí, pero ya no puedo seguir mordiéndome la lengua.
-Eres un cobarde David.
Como en las películas, se voltea en cámara lenta sin creer lo que escuchaba.
-¿Qué?
-Eres un cobarde. Siempre has sido un cobarde. Siempre a la espera de que hiciera algo atrevido, loco o patético como dices tú, para mirar el resultado en primera fila. Te divertías con todo lo que hacía, aplaudías con ganas mis victorias pero también mis caídas. Mi situación te entretenía. Y si en el proceso podía caerte algo, una ex novia por ejemplo, mejor para ti. ¡Si yo soy una puta egoísta, tú fuiste un puto carroñero!
-¡Eres increíble!
-Apenas me di la espalda llamaste a mi novia de turno para hablar mal de mí y quedar bien tú... ¿Qué? ¿Te sorprende que sepa esa información? Luego esperaste que terminara con esta última ex para ir a consolarla.
-Trataba de darle apoyo.
-Puedo imaginarlo. Agarrar a una mujer con la guardia baja es la única forma que tienes para conseguir una.
-No me hacen daño las palabras de una supuesta ex alcohólica.
Una serie de patadas.
Así se siente.
Me acerco lo más cerca que puedo tratando de contener las lágrimas.
-¿Sabías que era alcohólica?
-Era evidente. La única que no te dabas cuenta eras tú.
-¿Y no hiciste nada para ayudarme?
-No me ibas a escuchar, porque nunca...
-¿Cómo coño llegas a suponer que no te iba a escuchar?
-Porque era imposible hablar...
-¿Era imposible hablar conmigo pero si era más fácil seguir invitándome a fiestas llenas de alcohol y drogas sabiendo mi problema?
-Yo quería pero...
-¿Qué querías? ¿No llegaste a imaginar alguna vez que el alcohol era una parte de los problemas? De mis cambios de humor, de mis putas peleas, de mi inestabilidad. ¿No te imaginaste nunca?
-No quería meterme en eso, era muy personal Mawa.
-¿Muy personal? ¿No querías meterte en eso? ¡No querías meterte en eso pero si en la cama de mis ex novias?
-No pasó así...
-¡Vete!
Trata de decir algo más pero decide dar la vuelta y entrar al carro.
Entre la rabia y el llanto, vi como las luces iban desapareciendo en medio de la noche.
Me queda una última palabra atragantada en el pecho.
En este combate, él había ganado.
Como siempre.
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