Sé que en primer piso de esta casa, una amiga le hace sexo oral a un desconocido.
En este mismo instante, mientras cambio la música y coloco Natalia Lafourcade y me siento para reírme un rato, otra amiga me agarra del brazo y dice.
-Me quiero ir ¡YA!
Tengo carro, así que más o menos tengo el poder para decidir si nos quedamos disfrutando de la piscina o huimos en la densa noche hasta llegar al aburrimiento de la casa.
-Vamos a quedarnos un rato.
Ella me acribilla con la mirada.
Calculo que tiene toda la noche molesta por un motivo desconocido, porque fue ella quien tuvo la idea de salir a rumbear.
Contando a mi amiga y el desconocido escondidos en su encuentro sexual, estamos al lado de otra gente que apenas conocemos.
Hablan de música y hierba, hierba y música.
No entiendo a las personas que fuman un poco y se meten en unas conversaciones sobre drogas que no llevan a nada productivo. Es aburrido.
Mi amiga también fumó un poco, pero en vez de tener un ánimo alegre pone malas caras a todo. Cruza los brazos, voltea los ojos, está insoportable. La ignoro y se molesta más.
En medio de la niebla, del estado total de éxtasis por la música, el cigarrillo y el alcohol entra un rayo de entendimiento.
Antes de llegar a esta casa, nos citamos en un famoso local de la ciudad.
Es uno de esos sitios donde las mujeres llegan con su cabello liso hasta el extremo, sus vestidos de cóctel, sus poses sexis.
Es un bar de los que yo llamo, de cacería.
Solteras con mucha pinta, buscan machos con carro.
O al contrario, machos con carro buscan tipas operadas y ultra buenas que peguen con el auto.
Accesorios buscando periquitos.
Observo todo desde lejos porque siento que no estoy en ninguna categoría.
Estoy soltera, pero no me interesa estos machos, ni me parecen interesantes las mujeres.
Miro con curiosidad, como un arqueólogo, todos los prototipos de apareamiento mientras me tomo una cerveza y tatareo un reguetón.
Después de un rato me percato que algo ocurre en mi mesa.
Mis dos amigas luchan por llamar la atención del desconocido, le lanzan miradas pícaras, están extasiadas con la conversación sobre...algo de música.
Me parece que el tipo es un egocéntrico aburrido, pero es mi homosexual opinión, puede ser que de verdad sea interesante.
Pero estoy en medio de las dos y me quiero apartar porque habrá sola una ganadora. Intercambian miradas de desafío, cada una trata de construir una pregunta o un halago mejor que la otra.
Alguna saldrá herida y no sé por qué creo que de alguna manera me salpicará a mí.
-¡Mawa quiero irme YA!
Me repite la perdedora una hora después, mientras la otra sale por fin de su encuentro íntimo de media hora.
-¿De qué me perdí?
-Mawa dice que nos vamos.
-¿Qué? ¡No Mawa!
Sin saber a cual de ellas traicionar, me acerco al tipo.
-¿Crees que las puedas llevar después?
-Ummm...creo que sí. ¡Oye! ¿Cómo se llaman?
En este mismo instante, mientras cambio la música y coloco Natalia Lafourcade y me siento para reírme un rato, otra amiga me agarra del brazo y dice.
-Me quiero ir ¡YA!
Tengo carro, así que más o menos tengo el poder para decidir si nos quedamos disfrutando de la piscina o huimos en la densa noche hasta llegar al aburrimiento de la casa.
-Vamos a quedarnos un rato.
Ella me acribilla con la mirada.
Calculo que tiene toda la noche molesta por un motivo desconocido, porque fue ella quien tuvo la idea de salir a rumbear.
Contando a mi amiga y el desconocido escondidos en su encuentro sexual, estamos al lado de otra gente que apenas conocemos.
Hablan de música y hierba, hierba y música.
No entiendo a las personas que fuman un poco y se meten en unas conversaciones sobre drogas que no llevan a nada productivo. Es aburrido.
Mi amiga también fumó un poco, pero en vez de tener un ánimo alegre pone malas caras a todo. Cruza los brazos, voltea los ojos, está insoportable. La ignoro y se molesta más.
En medio de la niebla, del estado total de éxtasis por la música, el cigarrillo y el alcohol entra un rayo de entendimiento.
Antes de llegar a esta casa, nos citamos en un famoso local de la ciudad.
Es uno de esos sitios donde las mujeres llegan con su cabello liso hasta el extremo, sus vestidos de cóctel, sus poses sexis.
Es un bar de los que yo llamo, de cacería.
Solteras con mucha pinta, buscan machos con carro.
O al contrario, machos con carro buscan tipas operadas y ultra buenas que peguen con el auto.
Accesorios buscando periquitos.
Observo todo desde lejos porque siento que no estoy en ninguna categoría.
Estoy soltera, pero no me interesa estos machos, ni me parecen interesantes las mujeres.
Miro con curiosidad, como un arqueólogo, todos los prototipos de apareamiento mientras me tomo una cerveza y tatareo un reguetón.
Después de un rato me percato que algo ocurre en mi mesa.
Mis dos amigas luchan por llamar la atención del desconocido, le lanzan miradas pícaras, están extasiadas con la conversación sobre...algo de música.
Me parece que el tipo es un egocéntrico aburrido, pero es mi homosexual opinión, puede ser que de verdad sea interesante.
Pero estoy en medio de las dos y me quiero apartar porque habrá sola una ganadora. Intercambian miradas de desafío, cada una trata de construir una pregunta o un halago mejor que la otra.
Alguna saldrá herida y no sé por qué creo que de alguna manera me salpicará a mí.
-¡Mawa quiero irme YA!
Me repite la perdedora una hora después, mientras la otra sale por fin de su encuentro íntimo de media hora.
-¿De qué me perdí?
-Mawa dice que nos vamos.
-¿Qué? ¡No Mawa!
Sin saber a cual de ellas traicionar, me acerco al tipo.
-¿Crees que las puedas llevar después?
-Ummm...creo que sí. ¡Oye! ¿Cómo se llaman?
Cooo!
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