Pienso que mi lenguaje corporal dice más que mis palabras. Pienso, y me equivoco de plano. Él, casi me abraza y me susurra al oído que necesita en este momento, dos cafés y un beso. -Puedo conseguir los cafés, pero el beso está más difícil. Sonríe con ese toque de casanova atrapado en su juego de seductor, y por un momento me siento incómoda y me divierte la situación. A este hombre no solo lo admiro, está en mi lista de personas a quienes me gustaría llamar amigo, pero él tiene otros planes. O al menos, me explica, quiere lo mismo pero antes debo pasar, como en el Monopolio, por GO y cobrar peaje. No es tan explícito, ¡no vayan a creer! Lo suyo es un monólogo sutil tan bien creado, que al final quedas atrapada como una mosca en una tela de araña. Fumo mientras escucho los beneficios de acostarme con él: se da su tiempo, conoce el cuerpo de la mujer hasta la última glándula y no está de acuerdo en eso de penetrar por penetrar. Es un sexo tántrico aderezado de fantasías sexua