A todas las personas les gusta confesarse. Aún al más duro, a los que rehuyen a un par de preguntas, a esos que ven un periodista y ponen cara de estar frente a una plaga. A esos más que a nadie les gusta hablar. Toman una actitud de cerrado hermetismo y te retan con la mirada, te observan de arriba a abajo midiendo cada gesto. Ellos construyen un camino minado y si das un paso en falso, saltan de la silla ofendidos. Pero pasa, y pasa con todos, que nos gusta que nos escuchen, nos gusta sentirnos comprendidos, nos gusta que nos den la razón y ¿por qué no? Nos gusta sentir que somos importantes. Todos tenemos un ego, solo que en diferentes dimensiones. En ese momento el periodista hace su trabajo. Lo importante no es el lápiz o papel o la grabadora, la herramienta indispensable es la paciencia. Esperar, escuchar y esperar. Esperar a preguntar lo que quieres saber, no lo que el entrevistado te quiere decir. Es muy fácil contar las victorias, otro caso son las derrotas. Y mien