-Mawa, ya es definitivo...salí del closet. Miré a mi amigo sin pestañear y traté de no decir ni una palabra. Calculé que tenía encima unas doce cervezas, aprovechó la intimidad de este balcón y me tiró en cara lo que siempre había sospechado. Su sexualidad era un tema que discutíamos entre sus amigos más íntimos mientras él estaba ausente, no le conocíamos novia, ni el mínimo interés por las mujeres. Mis amigos me encomendaron la misión de preguntarle directa o indirectamente lo que le gustaba en la cama. En pocas palabras, me lanzaron al vacío para realizar el trabajo sucio. En los tres años de amistad dejé caer puntas o pequeños comentarios mal intencionados para probarlo y lograr sacar una confesión. Pero mis intentos fallaban una y otra vez. Mi amigo tiene una manera de esquivar el tema que asombraría a cualquier político, puede sin problemas, cambiar una conversación sobre citas románticas con chicas hasta llevar la charla a un análisis sobre los elementos químicos más ut