-¿Qué haces por aquí? Mi voz tenía una mezcla entre alegría y asombro. Alejandra estaba en el apartamento de nuestros amigos, sola. Había pasado más de un mes sin saber de ella. No recuerdo lo que contestó, pero me recibió con su típica sonrisa. -¿Y tu novio como está? Tiré la punta con toda la mala intención, pero me arrepentí al segundo. Me esquivó la mirada con pena, sin saber que decirme. Cambié el tema. Una hora después se estaba despidiendo de todos, pero tuve el impulso final de pedirle su número de teléfono. Lo dejé guardado, con el deseo de llamar, de mandar un mensaje. No lo hice. -Una caraja con novio. ¡Coño Mawa no fue suficiente con Virginia! -Lo sé amiga, lo sé. No voy a repetir lo mismo. -¿Me lo prometes? -¡Claro! Una semana después recibí un mensaje de Alejandra preguntando si iba a una reunión en el apartamento de nuestros amigos. Le dije que si. Ese día llegué tarde. La encontré muerta del aburrimiento, acostada en una cama. Me senté frente a ella. Me