-¿Quieres que hablemos aquí Mawa? ¿O en otro sitio? Las dos preguntas sonaban amenazantes. Era como si me diera a elegir el lugar de mi asesinato: o esta plaza cerca de mi casa, o algún otro paradero donde nadie pudiera escuchar mis gritos de autodefensa. Porque me iba a defender. Creo. -Da igual David. Él agarra una inmensa cantidad de aire, y llena sus pulmones con una determinación cargada de palabras hirientes producto de heridas mal curadas. Y lo suelta. -¡Eres una puta egoísta! El inicio de este combate le anota dos golpes en uno. Por unos segundos recordé un hecho muy extraño, una comparación tragicómica. David y yo pasábamos mucho tiempo jugando Mortal Kombat en mi casa. Su personaje eterno era Liu Kang y el mío Kitana. Podíamos durar hasta la madrugada intentando matarnos uno al otro en ese juego de Nintendo, hasta que se acababa la diversión porque David siempre me ganaba. Pero hoy, esto no es un juego, no podía apagar la consola. -¡Una egoísta de mierda! Solo er